Non-stop

Esto es básicamente la narración de imágenes que corrían por mi mente al escuchar una canción. Para una mejor interpretación, escuchar la pieza a la vez que leen el texto.

Two kids are sitting together. Two kids start running. They are running like racing horses, non-stop, non-breath, non-think. Suddenly, they hit a wall. Her nose is bleeding; she is in pain but doesn’t stop. He picks her up and keeps going. They run by the park, where several kids are playing. The excitement makes them run too. He begins gasping. She kisses him without slowing down, and gives him back some energy. They are now teenagers. They look tired but have no time to stop. The children follow them closely, laughing and yelling with all their breath. They see each other and a sparkle shines in their eyes. Now they are adults. Time has changed. Things seem broken down but they continue. There are bumps in the road, there are loud annoying noises but nothing can get them distracted. They slow down a little, yet they don’t stop. She steps on flowers, he steps on toys. They have left the kids behind. He hits his foot against a rock; she picks him up, hugs him and rushes down a hill. He follow her. He is losing energy; but she can’t go back. She is confident he will find a way to reach her. His foot is bleeding and he can’t stand the pain, but he doesn’t want to let her go. She figures out as long as she is running forward he won’t catch up. She runs in a circle back to where he is, grabs him by his feels better but his wounded foot won’t let him run again. She takes a cane from the floor and hands it to him. They keep on walking until they reach a town. Right in the center there is a fountain. He picks up a little more speed. They are about to get there. She is by him, he is by her. They sit at the border of the fountain, stare at each other for a moment, nod in agreement and throw themselves inside the water. They were old already. Bubbles rose up to the surface of the water.


Relato de un Amor Inconcluso (Guión)

Aprovechando una… bueno, nada cuesta decirlo, tarea, escribí un pequeño guión o intento de uno. Y pensé que una manera de mejorar mi escritura, o mejorar el guión mismo, sería compartiéndolo y recibiendo opiniones sinceras. Claro, puede reducirse a solo compartirlo dependiendo de el flujo que tenga Pour la Mer. De paso aprovecho a disculparme por no actualizar la historia en bastante tiempo porque no logro juntas tiempo suficiente para revisar y editar todos los inicios de capítulo que tengo… De todas formas, he aquí el guión «Relato de un Amor Inconcluso»

Una joven está sentada en una esquina. Se levanta cuando el viento vuela su gorro, dejando ver su pelo largo, negro y ondulado. Se oyen las campanas de la iglesia dando a conocer que ya son las 5. Choca contra un hombre alto e imponente al tratar de agarrar su gorro.

Fernando- Es su gorro, ¿no? (Pamela toma el gorro.) Disculpe por hacerla esperar tanto tiempo, no tengo excusa.

Pamela- No hay problema, casi no sentí las dos horas.

(Se dirigieron juntos a un café. Una mesera se acerca para tomarles la orden.)

Mesera- ¿Gustan tomar algo?

Fernando- No, gracias, (ahora se dirige a Pamela) prefiero no tomar nada cuando trabajo.

Pamela- Yo tomaré un té de limón, gracias. (La mesera se retira)

Fernando- ¿No tiene problema con que hablemos de esto en un lugar publico?

Pamela- No se asunto de estado, ni nada “top secret”….

Fernando- ¿De qué se trata?

Pamela- Bueno… Emm, yo soy hija adoptada y hace poco (respira profundamente) fallecieron mis padres…

Fernando- Mi más sentido pésame.

Pamela- Si, si, no quiero hablar de eso. Lo que pasa es que ellos no querían que conociera a mi padre biológico.

Fernando- Espera un momento, ¿a tu padre? ¿No tenían problema con que buscaras a tu madre?

Pamela- Bueno, yo ya conocía a mi madre biológica. Nunca me ocultaron eso, y apenas tuve opción, la busqué y conocí. Pero todos, mis papás adoptivos y madre biológica, me protegen de conocer a mi papá.

Fernando- ¡Qué interesante eso! ¡Jamás había oído de nada parecido!

Pamela- Si, bueno… mi madre biológica me dice que cuando él supo de su embarazo no dijo nada y después no volvió a verlo. Parece que se mudó el día siguiente.

Fernando- Es una historia muy peculiar en realidad, y justo se da la casualidad de que yo sé que un hijo o hija mía se dio en adopción, pero yo no tuve nada que ver con ello. Yo quería que nos quedáramos el bebé… pero ella no estaba de acuerdo. (Hubo un breve silencio) Esto no significa que nada vaya a afectar mi trabajo por usted.

Pamela- Si hay algún inconveniente, puedo buscar a otro investigador…

Fernando- No, claro que no. Ahora deme los datos para comenzar la búsqueda.

Pamela- Mi madre biológica se llama Alejandra Bonilla, viene de una pequeña ciudad que se llama Macondo.

Fernando- (hace una pausa, lo reconsidera y responde) Macondo, bien… (traga grueso)

Pamela- ¿Seguro que no hay problema?

Fernando- Seguro. Yo la llamo cuando sepa algo.

 

Fernando daba vueltas en su oficina, revolvía papeles, se detenía, volvía a revisar archivos. En un momento se detiene frente a unos papeles que había puesto en su escritorio. El papel de encima dice “Fernando Avilés, Macondo” y al lado de éste, uno etiquetado de Muy Importante que tenía el nombre “Sara Villeda” tachado.

Fernando- ¿Será posible que esta chica sea la hija de Sara? Definitivamente tiene su parecido. ¿Y Sara ahora se llama Alejandra… Bonilla? Tendré que ir a Macondo.

 

Un tren está llegando a un pueblo. Fernando baja del tren con un sombrero negro y un gran abrigo. Va a la Oficina de Registro. La oficina está vacía, así que comienza a revisar papeles en un archivero cuando una persona va a entrar a la oficina; corre a sentarse frente al escritorio de Atención al Público y finge no haber estado husmeando.

Fernando- ¿Puedo hacerle una consulta? ¿Qué ha sido de Sara Villeda?

Oficinista- ¿Sara Villeda? Permítame un minuto. (Revisa en el computador) Al parecer Sara Villeda ya no vive aquí, bien, desde hace 26 años. Ah no, deme un momento. (Gira en su silla para hablar por teléfono.) Buen día, con Felix. Si, espero… Felix, hola. ¿Recordás a Sara Villeda? Aja, aja… si, muy bien. ¡Gracias! (Volviendo con Fernando) Sara se cambió el nombre. (Fernando empalideció.) En marzo del 95 vino para recoger unos papeles pero ya no se hacía llamar Sara, sino Alejandra Bonilla. Según Felix, se mudó en el 84 o el 85 porque iba a tener un bebé, pero cuando volvió estaba sola… Parece que nadie supo de quién era el bebé ni que pasó. Se asume que todo fue un malentendido o que lo dio en adopción.

(Fernando enmudeció. No debía haber tomado aquella investigación; sus instintos no lo engañaban.)

Fernando- Muchas gracias, ha sido de mucha ayuda.

Oficinista- Si me permite la indiscreción, ¿por qué ha venido a preguntar por esta tal Sara?

Fernando- Soy investigador privado… es todo.

Oficinista- Por supuesto… si quiere le puedo proporcionar la nueva dirección de Sara, es decir, Alejandra. Cuando volvió en el 95 tuvo que dejar información de contacto para el trámite. Quizás esto lo ayude a encontrarla.

Fernando- Si, en realidad, me serviría de mucho… (Sale de la oficina)

Oficinista- Debe estar bien distraído, ni se percató de que no le pedí su identificación y que le solté toda la información que quiso. Espero que encuentre a Sara y puedan resolver ese lío que llevan cargado hace tanto tiempo.

 

Fernando está frente a un gran edificio de apartamentos, viendo de arriba a abajo la lista de nombres al lado de cada timbre. Finalmente, presiona el interruptor que se encuentra al lado del nombre “Alejandra Bonilla”.

Intercomunicador- Es un poco tarde… ¿quién es?

Fernando- ¿Sara? (Se le escapan unas lágrimas.) Déjame entrar por favor, ha pasado tanto tiempo y… me duele todavía. Por favor, sólo un momento. (Suena la puerta abriéndose.)

Intercomunicador- Sube.

(Fernando entra al apartamento. Toma asiento junto a Alejandra. Se quedan callados un momento, ambos tratando de controlar las ganas de llorar.)

Alejandra- He querido… había pensado… no sabía…

Fernando- Pamela me pidió que localizara a su padre. Ah, soy investigador privado. Y en el camino por encontrarlo, no sólo me di cuenta que soy yo, sino que encontré a quien busco desde hace casi treinta años.

Alejandra- Las cosas fueron tan difíciles cuando me fui que… Yo quería verte de nuevo, pero jamás pensé que quisieras verme a mí.

Fernando- Fue muy doloroso saber que te habías ido y no volver a saber nada en años, pero no queda más por hacer sobre eso. Y no quiero perder la oportunidad de estar contigo por una mala decisión.

Alejandra- Fer, todas las noches pensaba en mi hija y su padre, pensaba en dónde estaría si estuviéramos juntos, pensaba en esa vida juntos, en una familia, en… Hubiéramos sido muy felices.

Fernando- Todavía podemos… Perder 25 años no es perder la vida, aún tenemos mucho tiempo por vivir, y podemos dejar atrás ese dolor para por fin estar juntos.

Alejandra- ¡Lo siento muchísimo, no quise hacer tanto daño! Yo te amaba y creí que arruinaría tu vida estancándote desde tan joven…

Fernando- Sara, tenías las intenciones más nobles, y cometiste un error, son cosas que pasan. Ahora lo que importa es que tenemos la posibilidad de estar juntos y tenemos que aprovecharla. Te amo, Sara, te amo, y no puedo dejarte ir otra vez.

Alejandra- (corre al lado de Fernando, se abrazan. Lloran ambos de alegría por haberse por fin reencontrado con su amor.)

 

 

FIN

La nouvelle amie et l’arrivée

Esa fue una noche bien tranquila, a pesar de lo que tenían que enfrentar las jóvenes el día siguiente. Aura pudo dormir particularmente bien gracias a la dulce melodía de aquellos pajaritos que le recordaban a las canciones de cuna que le cantaba su madre.

Entonces amaneció y junto con la luz del sol, vino la sensación de la responsabilidad acercándose más y más, hasta no poder menos que hacerle frente. La sensación pareció afectar más a Elora, como había estado pasando durante el día anterior. Aura usaba cualquier excusa para evitar caer en cuentas que para el final del día estaría despidiéndose de su mamá, esperando su muerte. Si, ¿por qué huir tanto de algo inevitable, algo tan natural? ¿Qué lograba ella con unos minutos de distracción cuando al fin y al cabo debía cumplir con su deber antes que anocheciera? Elora había querido hacerle entender eso, mas la dejó a su juicio. Esta vez, sin embargo, si hablaron.

«Si no hay ningún contratiempo, deberíamos llegar a las 10 a la estación y de allí a la casa en una media hora creo yo…» introdujo Elora el tema. Aura respondió con un gesto ligeramente indiferente; Elora no le dió mayor importancia y salió del cuartito para refrescar un momento la mente.

En el pasillo se encontró con una muchacha de mirada sencilla, sincera y algo perdida y con semblante de alguien frustrado y preocupado. Su instinto por ayudar a los demás y buscar soluciones a los problemas hizo que se acercara a ella, además del hecho de que no podía ni tratar de ayudar a Aura. «¿Qué te pasa? ¿Perdiste algo?» parecía que le hablaba a una niña perdida, aunque no se puede negar que la joven desesperada tenía esa apariencia. Después de una introducción un poco tosca, Elora y Annette descubrieron que podían convertirse en buenas amigas. Annette estaba teniendo dificultades componiendo una canción, y Elora sintió que el destino las había juntado pues llevaba años queriendo volver a tocar guitarra y componer. Fueron a la habitación de Annette y trabajaron juntas hasta lograr un avance significativo en la pieza. «Gracias Elora! Fuiste de muchísima ayuda» le dijo Annette medio despidiéndose porque creía que Ela se iba a reunir con alguien a esa hora, a lo que Elora respondió que no se iba aún con una frase tajante.

Pudieron conversar de su gusto por la música y el esfuerzo que requiere poder hacer algo con ella. Annette daba clases de flauta tiempo atrás para poder vivir mientras trataba de componer, y Elora había participado en varios talleres de música sólo para poder compartir con otras personas del ámbito y para ganar un dinerito extra. Claro, ambas habían por fin superado esa etapa, aunque no hayan superado del todo las dificultades económicas. «Hace unos días un agente me escuchó cantando en un Jazz Bar y me invitó a una reunión con él y el dueño de una disquera… no podía creerlo!» le comentó Annette emocionada. Elora se alegró por su nueva amiga, aunque le dolió recordar que hasta la fecha no se le hubiera presentado niguna oportunidad como esa. Hizo un esfuerzo por dejar esa molestia a un lado y continuar con la conversación cuando recordó que debía ir a buscar a Aura porque su parada se aproximaba.

«¿Dónde te bajas? A mi me toca en la próxima parada…» preguntó en voz baja, y Annette dijo que ella también bajaba allí. Las chicas se alegraron porque así podrían seguir compartiendo juntas. Entonces pensó Elora en presentarle a Aura su nueva amiga, quizás alguien con una sonrisa fresca le podía trasmitir algo de tranquilidad y calor humano que necesitaba. «Sabes, mi compañera, eh… amiga está en la habitación que queda al final del vagón y creo que podría caerte bien, querés conocerla?» dijo Ela y continuó antes de escuchar la respuesta de Annette «Pero debo darte unas como… instrucciones, o advertencia sobre ella, especialmente para ahorita: estamos en este tren porque vamos a ver su madre, que está muy enferma y puede que» tragó grueso, «muera pronto. Aura, mi amiga, más que llorar desconsoladamente y sufrir los males suele meterse en su propio mundo, es posible que ni siquiera se vea triste pero que no te engañe, por dentro es un mar turbio castigando las costas con sus fuertes olas. Tengo años de conocerla, es una persona increíble pero muy compleja… bueno, es escritora, eso debería decir algo…» lo pensó dos veces y añadió «perdón, acabo de reparar en lo que dije, a lo que me refiero no es que los escritores sean todos complejos pero ella casi se introduce en un submundo para escribir y tanto cambio de un lugar a otro (ya sea éste casi imaginario) le dificulta la interacción con la realidad.»

Nuevamente, Annette estaba sorprendida. Nunca había oído una descripción tan completa y complicada de una persona, pero tenía razón Elora en que se habia interesado en conocer a Aura. «Vamos, voy a tener cuidado con lo que digo,» y agregó anticipándose, «pero entendió que debe ser muy observadora a pesar de ser distraída entonces trataré de no ser transparente en mi condescendencia… esta bien?» Elora sintió un gran alivio al oir esto y se dirigieron juntas a la habitación donde se encontraba Aura. «Au, ya volví y con compañía… Ella es Annette, nos conocimos ahorita en el tren y creo que se pueden llevar muy bien» sonrió y le susurró al oído a Annette mientras respondía Aura «si reaccionara mal, no te preocupes porque no es culpa tuya, sino que es la volubilidad de ella y, bueno, la situación». Para mayor sorpresa, Aura le dio la bienvenida a Annette como si nada trascendental estuviera pasando en su vida. «Chica, si le caiste bien a Elora debes ser una bella persona… no es tan llevadera como parece,» comentó riéndose, «en realidad es muy tranquila, pero es bastante exclusiva cuando se trata de amistar» y cambiando el tema se dirigió a Elora y dijo «creo que llegamos a nuestra parada en unos 10 minutos, así que vayamos caminando en dirección a la salida de una vez…» Annette explicó que iría con ellas, y le aclaró a Elora que era por si necesitaba ayuda en caso de que Aura rompiera su calma y perdiera los estribos, además claro, de que ambas le agradaban y bajaba allí mismo.

Tomaron un taxi que las llevó directo a casa de los Palmar. Entre Annette y Elora se las arreglaron para seguir distrayendo a Aura con cualquier nimiedad que se les ocurriera, sin embargo la tensión fue aumentando a medida se acercaba la hora cero.

Don Palmar no se alejaba del lado de su esposa desde hace una semana, no quería perderse un segundo de su compañía ni quería que estuviera sola cuando se fuera. La llegada de las muchachas era su última esperanza, para talvez presenciar un reavivamiento de Julieta. Tuvo que levantarse para atender la puerta, había una única razón por la que se alejaría un instante de su amada: para recibir a su querida hija. «¡Aura! Ven, ven, no perdamos tiempo con saludos ni abrazos largos… tu mamá te necesita» dijo halándola del brazo hasta el fondo de la casa, al cuarto de Julieta. Annette y Elora no recibieron ni siquiera reconocimiento de existencia, mucho menos un apretón de manos; sin embargo, no se molestaron porque comprendían que el señor debía estar al borde de la locura. Entraron en la casa, Aura y su padre se dirigieron al cuarto y Elora llevó a Annette la cocina para mostrarle más hospitalidad a la invitada.

Veulent voler

Estaba el cuarto a unas horas de terminar inundado de lágrimas cuando Elora profirió lo siguiente «creo que deberíamos partir a casa de tus padres… ya perdimos casi todo el día, no perdamos más tiempo». Así que sin alistar maletas ni pensarlo mucho, salieron Aura y Elora a casa de los Palmar. Había sido una posibilidad ir en carro, pero ninguna de las dos se sentía en condiciones de conducir, por tanto tomaron un tren. Quizás hubiesen preferido un medio más sutil y personal, pero no tenían muchas opciones si querían llegar pronto.

El tren olía a tierra húmeda, talvez por el clima y el revuelto mar, talvez porque era de baja categoría. La luz que quedaba del día y lograba pasar entre los árboles entraba por varias ventanas, intensificando el aspecto tétrico del tren; creaba rayos de luz que caían sobre los pasajeros y se movían y se escondían entre los árboles a medida avanzaban por el bosque. No hubo conversación entre las amigas en todo el trayecto, ni siquiera de esas palabras fugaces sobre el clima o el ambiente. Elora iba cabizbaja y sumida en recuerdos, extrañamente, porque ese suele ser el papel de Aura . Ella, en cambio, estaba distraída en el paisaje. No recordaba haber tomado esa ruta nunca. Siempre viajaba al lado de la costa y después  tomaba un desvío tierra adentro, sin embargo un posible recuerdo reconstruido le hacía pensar que había viajado en ese mismo tren através de ese misma bosque acompañada de sus padres. Si, aquella vez que iban a la playa y terminaron de vuelta a la casa hasta el final de la semana. Se preguntaba también por qué no había viajado más por ese lado; ella admiraba y disfrutaba perfectamente del bosque, no solo del mar.

Dejó de pensar, seguir en la corriente de recuerdos podía sumergirla en una terrible depresión y quería verse calmada cuando llegara a la casa. Entonces, habiendo ya silenciado su mente, pudo oir el cantar bien de decenas de pajarillos. Le pareció curioso que el tren no los espantara y que el ruido del mismo no ahogara el canto de ellos. «Debe ser invento mío… no puede ser cierto» se dijo a si misma y prestó mayor atención a los detalles. ¡Allí estaban, no era producto de su imaginación!

Se asoma la ventana del pasajero que viaja enfrente para echar un vistazo a las aves. Podía verlas jugueteando en la punta de los árboles. La imagen tan conmovedora de estos pequeños seres hizo que brotaran lágrimas en sus ojos. Elora quiso saber lo que tenía a Aura tan entusiasmada mas no movió un músculo por averiguarlo y volvió a sumirse en sus pensamientos. Un tercero viendo este cuadro podría creer que quién sufre una pérdida es Elora, y Aura es simplemente su compañía… no muy placentera. Sin embargo, este no es el caso y no se le podía reclamar a Aura por su comportamiento.

Se avecinaba la noche y las jóvenes debían averiguar cuál habitación les correspondía en el tren. Elora tuvo que buscar la manera de salir de su enclaustramiento para ponerse a cargo de la situación, porque Aura, a pesar de verse más calmada, no podría tomar ninguna carga. Le hizo una seña a Aura avisándole que ya volvía; fue por el encargado para conseguir la información, Aura ni siquiera se había percatado de que se encontraba sola en el asiento. Al volver, Elora le mostró el papel y fue rumbo al cuarto, dejando a Aura sola contemplando el paisaje nuevamente… Ella se retiró más entrada la noche porque quería que quedara grabada en su mente la imagen del bosque a oscuras, o era la tranquilidad que esto le daba lo que quería permaneciera en ella. Fue directo a dormir y soñó con volar con la libertad esa que tenían las bellas aves que estuvo admirando, soñó con cantar sin temor del tren, soñó con huir de su vida, soñó con ser feliz.

 

L’histoire

Despertó Aura a lo que le parecía un día común y corriente, algo que le hacía falta tener; despertó fuera de casa en compañía del misterioso joven con quien se había encontrado la noche anterior. Evan estaba en la cocina preparando un desayuno rápido para él y su visita. La escritora fue al baño para mojarse la cara y tratar de refrescar la memoria… porque las bebidas le nublaban lo sucedido en la noche. «Aura, estás despierta?» escuchó ella desde lejos. Deseaba, al abrir los ojos, ver entre las gotas de agua la figura de Elora y no la de Evan. No fue así.

En cambio, Elora se levantó para darse cuenta que su amiga no había ido de vuelta a la casa. Recorrió la casa en busca de una nota, un mensaje, o cualquier indicio de que Aura estaba a salvo. Nada. Entonces notó que la luz de la contestadora estaba encendida; había un mensaje nuevo. Elora recordó que antes de salir había sonado el teléfono y no contestaron, «lo más seguro fue de esa llamada» se dijo a sí misma. Presionó el botón de escuchar mensaje:

-Aura, hija es tu papá… Llamo para decirte que tu madre está muy enferma y deberías venir a verla. No… no se cree… el doctor no cree que sobreviva. Ven tan pronto como puedas, ella quiere verte. Te quiero Au…

Mientras se oía de fondo la voz de la contestadora declarando el fin de los mensajes, Elora se ahogaba en lágrimas y desesperación. Guardaba preciados recuerdos de Julieta cuidándola las veces que se iba a quedar con Aura. «Aura! Tengo que encontrarla inmediatamente…»

Aura por su parte lidiaba con la tensión que había crecido en ella por lo borroso del recuerdo, pero entre la carisma de Evan y la química que tenían, la tensión se fue disipando. «Creo que sé quién sos… o por lo menos, creo que te conozco. Pero por alguna razón no te ubico en ninguna parte en particular, entonces te lo tengo que preguntar» comentó soltando una pequeña risa.

«Si querés te lo explico, pero puede tornarse en una historia muy… larga» respondió con seriedad. Aura se sorprendió por la forma en que Evan reaccionó, sin embargo pidió oir la explicación. «Hace mucho tiempo que nos conocemos, no sabría decirte exactamente cuando ni donde… y yo tengo ya varios años de estarte soñando,» rió suavemente y aclaró «no lo digo como frase de conquista, lo digo honestamente, he soñado muchas veces con conocerte». Para su asombro, Aura no cuestionó la veracidad de lo que le decía en ningún momento, simplemente escuchaba atenta cada detalle de la historia para saciar su curiosidad. «En uno de mis sueños estabas tirada en la playa; te vi a lo lejos y , entonces me acerqué. Te veías bella, debo decir, sin ánimo de hacerte sentir incómoda; a eso me refería cuando te dije que pareces sirena. Hasta después caí en cuenta que era un sueño a lo que me refería y que no sabías de eso…»

«Sí sabía, en realidad…» dijo Aura, «no fue un sueño, porque yo también lo recuerdo. No sé como, ya no estoy segura de qué es real y qué no lo es, pero yo también tengo ese recuerdo… Todo es tan confuso, no entiendo cómo es que… ¿Cómo es que sabes tanto?» Dejó a Evan sin palabras. ¿Qué podía responder él a eso? No sabía tanto más que ella, no sabía por qué soñaba con ella, ni por qué la encontró. «Quisiera poder ayudarte más, quisiera poder decirte qué pasa; pero yo mismo no lo entiendo bien. ¿Qué es lo que has soñado… o vivido?» Narró Aura su pequeño episodio en la cocina y lo que vio en su mente. Sentía confianza en Evan como no había sentido antes, podía decirle de los raros presentimientos que había tenido, de su madre, de la otra versión de estos días, de llamarlo Noche… entonces la detuvo. «¡Así me llamas en mis sueños!» contestó emocionado, «no entendía por qué, es más… al inicio no sabía que hablabas de mi pero lo entendí bien una vez que te molestaste bastante porque no respondía». Rieron los dos un par de minutos.

Al final, la conversación se tornó en un recuento de sueños y memorias miseriosamente compartidas. Contaba Aura de cuando caminaron juntos por su subconsciente y a medida avanzaba con el relato Evan se iba sintiendo más identificado con la historia, y sucedía lo mismo cuando él contaba sus historias. Sin darse cuenta, les dieron las cuatro de la tarde, con un viento otoñal, marea alta y aranjados melancólicos. Decidieron tomar una pequeña caminata por la playa antes de separarse, porque era ya bastante tarde para que Aura todavía no se hubiera comunicado con Elora, quien desesperaba más que nunca antes en su vida.

«Ha sido un día fantástico» dijo Aura a la vez que suspiraba, «pero creo que ya debo irme a mi casa» y tomó su rumbo no sin antes dar un último vistazo a quien amaba con vehemencia. Evan permaneció en el mismo puesto hasta que el último átomo del aroma de Aura se hubiese disipado.

Elora recibió a su amiga con un grosero «¿dónde has estado?» pero Aura estaba todavía tan embelesada por su encuentro con Evan que no se dejó alterar. La sentó a la mesa, y le dijo del mensaje en la contestadora. Por un momento parecía que el torrente de lágrimas de Aura desembocaban en el mar, por la magnitud que ambos habían adquirido. Y se hundió el día de las jóvenes en dolor…

Nuit et la Sirène

«Tic toc, tic toc» retumbaba el sonido del reloj en la cabeza de Aura, que se encontraba aún tirada en el suelo de la cocina acompañada por Elora. Desconcertada por el sueño que acababa de recordar, miraba en diferentes direcciones para tal vez ubicarse pero seguía fundiéndose la imagen de los lugares de su visión con la de la casa. Pasó media hora en que las dos jóvenes no cambiaron de posición ni se dijeron nada.

Aura oía el eco de palabras como sueño, noche o Noche, madre, muerte, fiesta, pelea, Elora, realidad, éxito, libros, presión, alcohol, Palmar… y por último, junto con una imagen inquietante del mar, el melodioso cantar de un piano. Nuevamente estaba ese recuerdo acechándola, como un felino salvaje a su presa, y que subrepticio la llevaba a un sitio encubierto de su subconsciente. ¿Qué hacía el mar en la visión? Jamás había incluido el mar en dicho recuerdo, su infancia la pasó en una ciudad sin salida al mar. ¿Acaso no era ésta una vuelta a su memoria, a aquella ocasión en que lloró con amargura la desaparición de su sueño? Era quizás un recuerdo fabricado; fabricado por la necesidad de compañía, de sufrimiento, de drama. Lo que no consideró fue la posibilidad no de una memoria fabricada, alterada, sino una memoria futura… adelantada. Entonces Elora la rescató, si se puede decir que Aura necesitara de un rescate. Podría querer Aura perderse en sí misma en vez de continuar con su vida, para no encontrarse posiblemente con esta memoria futura. Fuera como fuese, ya había salido del laberinto.

Tomaron Aura y Elora un tiempo para descansar y salir de la angustia que les había causado la última secuencia de eventos. Elora preparó té de limón para que las relajara un poco. «Te decía que podrías también dedicarte a la fotografía, sos muy  buena…» dijo Elora rompiendo el hielo. Aura la miró con agradecimiento, no sólo por el cumplido, también por la compañía y por haberla cuidado, y Elora prosiguió «podrías armar un portafolio y llevarlo a la editorial que te publicó la primera vez… ¿cómo era el nombre? Ah si, Pájaro Negro. Bueno, y si te rechazan, porque son tontos (no veo otra razón para ello) yo te puedo ayudar con otros». De esta manera lograron volver a la normalidad; Elora siguió haciendo conversación por las fotos, y Aura oía atentamente y con interés las propuestas de Ela.

La animada plática se vio interrumpida por el timbre del teléfono. Don Palmar había escapado de la habitación de su esposa mientras ella dormitaba para llamar a casa de Aura. Temía que se pasara el tiempo y su hija llegara demasiado tarde. Elora tuvo la intención de contestar la llamada, pero Aura no quería quedar sola y correr el riesgo de soñar con el piano y el mar de nuevo, así que la retuvo e ignoraron el molesto ruido. «¡Salgamos!» exclamó Aura muy entusiasmada, tanto que acarreó a Elora con su emotividad.

Se alistaron las chicas y salieron de fiesta. Esta era no menos que una excusa para evadir un enfrentamiento con esas quimeras, sin embargo era posible que una salida le hiciera bien a Elora quien cargaba ya las penas de Aura, aunque no las conociera. Se perdieron en la noche, en un bar que aullaba destino, bebieron unas botellas de vino, y continuaron ahogándose en el dulce remedio del alcohol cuando Aura notó un joven alto, delgado, de ojos y pelo castaños y una mirada que con ternura se mantenía fija en Aura. Parecía severo, mas mostraba sensibilidad ante quien la mereciese. Y atrajo la atención de Aura como el polo opuesto de un imán, transportándola hasta donde él se encontraba. «Señorita…» dijo galantemente, dando a entender que a pesar de que Aura fuese quien se acercó físicamente, era él quien había hecho el llamado primero. «Sigue viéndose como sirena, aún estando fuera del agua,» añadió con una especie de coquetería sutil que terminó de encantar a la escritora.

No había ubicado todavía al elegante caballero en su mente, pero sentía que había más de él que lo que miraba y que sabía más de él que lo que creía. Elora los vio a lo lejos y quiso llegar para salvar a su amiga, pero ella rechazó el rescate rotundamente alegando estar en absoluto control de la situación. Elora los dejó a solas… es más, Elora abandonó el bar.

Aura y el caballero estuvieron intercambiando cortesías un rato, entonces él soltó un delicado pedido de buscar un lugar más callado. Sin considerarlo dos veces, confesó estar de acuerdo en que un lugar más callado y acogedor no sería mala idea, de todas formas estaba siendo sincera. Salieron del agujero negro del destino, del intrincado hueco de la perdidumbre para ir a casa de él. Si Aura hubiese estado más consciente, podría haber notado como coincidía el gusto del joven con el de ella y que su casa era la más cercana encarnación de la casa de sus sueños. Mezclando un leve sentido minimalista con un toque tétrico pero dulce, concordaba perfectamente con el aspecto y la sensación que él causaba, sobre todo en ella. Y hubo un torbellino de sentimientos, emociones, encantos y desencantos, de fuego y hielo, de alcohol en la vida de estos dos seres perdidamente enamorados el uno del otro. Estaban por siempre unidos… aunque la vida los fuera a separar.

«Evan…» leyó Aura en un papel cortado en la mesa de noche «por si considerabas importante mi nombre real».

Juste un rêve

En casa de los Palmar la vida comenzaba a pintar de colores más opacos a causa de algo más que juventud pasada. Una enfermedad atacaba con fuerzas la calidad de vida de doña Julieta, y en los pasados dos días parecía que no iba a ceder. La razón de la visita a Aura era sincera, porque aún estando sabidos de los problemas de salud de Julieta Soto, eran firmes creyendo que se recuperaría como lo hacía siempre; por ello habían decidido no alarmar a Aura con las noticias.

«Querida, creo que ya es hora de decirle a Au de tu condición…» susurró don Palmar al oído de su esposa. La señora asintió pues ya sentía que se le iba la vida y jamás se perdonaría no despedirse  de su hija.

Lo consideraron un rato, queriendo recuperar la fé en las fuerzas de lucha de Julieta, pero concordaron en que éstas ya no existían y lo mejor era avisarle a la muchacha. Estaba don Palmar por levantarse a traer el teléfono cuando Julieta lo detuvo y dijo: «déjala un día más, puedo aguantar todavía y no quiero hacerla sufrir más de lo necesario». El señor no discutió y permanecieron en esa habitación inmóviles, somnolientos y agazapados por el resto del día.

Así bajo una atmósfera lúgubre, en un mundo donde las cosas distan de ser como uno quisiera, la madre de Aura hacía las pases con su partida. Entre tanto, las jóvenes despertaban completamente ajenas al cuadro que acabamos de pintar, como un niño que desconoce los problemas emocionales que va a acarrear por disputas familiares de las que no es parte, ignorando el dolor que sufrirá en el futuro. Ellas disfrutaron de trabajar en equipo, habiéndose dividido las tareas del hogar para luego buscar entretenimiento en la calle. Cuando Elora entra en el cuarto oscuro para organizar, encuentra unas fotos sueltas y recuerda el pasatiempo de Aura. «Niña, no me habías dicho que todavía tomabas fotos» salió del cuarto diciéndole «¡qué lindas están! ¿Por qué no las envías a tu editorial para que te publiquen? No sólo puedes ser poeta…» Riendo y dando vuelta a la casa en busca de Aura, admiraba las fotos que se tornaban más interesantes entre más las miraba. Le parecía que cada vez que las veía tenían un aspecto diferente, quizás más misterioso.

-¡Aura!- gritó ella al ver a su amiga agachada en el piso, -¿qué te pasa?

Aura levantó el rostro, haciendo visibles las lágrimas que corrían por sus mejillas. Una mezcla de sueños psicodélicos y recuerdos borrosos la estaba confundiendo. Perdida en el laberinto de su mente, corriendo exhausta por todos los rincones esperando ver, en vez de paneles de madera y figura difusas, un rayo de luz que le permitiera saber dónde estaba la salida, sintiendo sacudidas de Elora desde la realidad y deseando fervientemente que lograran sacarla de la irrealidad… despertó.

Elora esperaba ansiosa la primera reacción de parte de Aura; algo que le dijera que aún no debía despedirse de ella. «Tuve un sueño… bueno, no sé si fue un sueño o fue verdad. Mi lógica me dice que no puede ser cierto, lo que lo discrimina a sueño; pero presiente que no fue solo eso». Hiperventilaba y se calmaba alternadamente. Elora le dijo que podía confiarle su sueño, que no la creería loca, sin presionarla. Bien sabía que, especialmente en esas ocasiones, Aura necesitaba tranquilidad, no presiones. «Es confuso, como un rompecabezas que debo armar. Comienza en una repetición de los últimos dos o tres días, pero desagradable. También recuerdo algo de un chavo… Noche, así lo llamé. Y mi mamá…» suspiró para no continuar con la muerte de su madre. Cambió de tema, sin volver a lo de Julieta. Comentó que había conocido a Noche al amanecer y rió con ironía; adhiriéndose a ese recuerdo para evitar el de la muerte.

Deux Amies

Buscaba Aura una lectura para tomar un descanso cuando encontró una caja con diferentes souvenirs de su vida. Entre ellos había una foto de dos niñas disfrazadas jugando. Eran ella y Elora, su amiga de toda la vida.

Fue entonces Aura por el teléfono y cuando terminó éste de repicar, se oyó un saludo cordial. «Niña Luna,» respondió Aura, «¿sabés quién habla?» Elora siempre temía fallar al adivinar quién era el interlocutor en una llamada teléfonica, pero en esta ocasión no le cabía duda alguna.

-¡Gatita! cuánto tiempo ha pasado…

La mente de Aura era inundada por el ruido de suave golpeteo de lluvia cayendo sobre el césped, carcajadas que se fundían y desvanecían hasta el silencio, el chirrido de un micrófono mal conectado, y por último el piano. Si, el piano junto al coro en aquella habitación vacía y húmeda. Tenía la costumbre de aparecerse cada vez que Aura perdía el hilo de sus ideas y necesitaba de un escape. Por doloroso que fuera, era más fácil lidiar con un recuerdo crónico como este que con el presente. «¿Aura?» escuchó la joven sin saber reconocer si era parte de su ensueño o de la realidad.»¿Aura?» oyó nuevamente. Entonces, reaccionó «si, si… aquí estoy»

Elora le contó que había estado queriendo visitarla y que aprovecharía para hacerlo. No sólo quería volver a encontrarse con su amiga, también era ocasión para zafarse de los deberes que la tenían agobiada y de la punzante duda de haberse decidido por la carrera equivocada. Fue tanta la presión que sufrió al momento de decidirse que temía haber tomado una decisión basándose en las razones de menor peso. ¿A quién se le ocurre que a los 18 años puede uno optar por una carrera? ¡Cuando aún no sabemos ni quién somos! Y admiraba a Aura, que no permitió que la necedad de varios allegados la influenciara, escogiendo lo que más le apasionaba y viviendo a su manera. Podía ser que Aura tuviera que afrontar distintas dificultades pero estaba haciendo lo que quería y porque quería ella, no por presión de terceros. Casi la hacía caer en la envidia. Pero, ¿envidiar a Aura? ¿Acaso estaba loca? Si ella tuvo que aprender todo por su cuenta y pegar con cada piedra para levantarse y seguir adelante. Claro que la admiraba, tenía todo el sentido, pero no podía envidiarla, eso sería una locura. Una locura de la que se encontraba muy cerca. Estas y tantas otras reflexiones la invadieron en el trayecto al apartamento de Aura.

En cambio, Aura estaba retomando su inspección de la caja de souvenirs. Varios objetos llamaron su atención y unos cuantos tocaron su hebra sentimental (que no era muy dificil de alcanzar, especialmente cuando se trataba del pasado). Su constumbre, casi maña, de almacenar todo aquello que pudiera tener valor sentimental, o tuviera el potencial de tenerlo, siempre lograba reencontrar a la nostálgica dentro de ella, sin importar cuánto esfuerzo invirtiera en ocultarla. Un pequeño estuche de disco compacto le despertó algo que creía había dejado atrás. Buscó del equipo de sonido y colocó el disco para reproducirlo. Se convencía de que lo hacía para relajarse, ya que el ruido de la marea expandiéndose y contrayéndose, una tonada dulce y un sorbo de vino tenían un efecto mágico sobre ella e instantáneamente la relajaban. Sin embargo, esa no era la razón de ello.

Antes de la primera canción se pudo oir una dedicatoria «Nunca he sabido decirte lo importante que has sido en mi vida, y nunca he tenido el valor de demostrártelo. Por eso, te dejo este presente para que cada vez que oigas las notas de estas bellas canciones, recuerdes que te querré para siempre…» y siguiendo un breve silencio, terminó «aunque no me correspondas». Aura sintió un fuerte golpe en el corazón. «Si lo quise» pensó, «pero no hubiera funcionado». Era muy tarde para darse cuenta que quizás no debió haber puesto ese disco, y mientras sonaba el clásico romántico Amanda, expresaba en voz alta «lo más seguro Esteban no se imaginó que una Amanda iba a tomar tanto lugar en su corazón, tanto que no iba a quedar espacio para mi. Es de suponer, también, que si pudiese haberlo previsto, yo no estaría escuchando esa canción desde el disco que grabó.»

Afortunadamente Elora llegó antes que los recuerdos hundieran a Aura en una depresión profunda. Ambas muchachas pudieron disfrutar de una velada relajante, que le sirvió de mucho a las dos. Compartieron sus nuevas inquietudes, revivieron sus mejores momentos, comentaron las novedades y rieron como cuando no tenían mayor preocupación que elegir un traje para impresionar a quien pretendían. «¡Qué tiempos aquellos!» se decían una y otra vez, entre carcajadas que crecían tanto que las últimas veces que lo decían era prácticamente ininteligible. Y así les cayó la noche y posteriormente el sueño, terminando con un perfecto reencuentro.

Parallèle

-Bzzzzzzzzzzz!!!

Suena la alarma y despierta a Aura. ¿Y Noche? Aprieta los ojos para volver a dormirse, para continuar su sueño. Nada. «Bien, supongo que todo fue un sueño…» suspira, «a seguir».

Se sienta a la cama y apoya su pie izquierdo en el suelo sin reflexionar sobre la importancia que este detalle podría tener. A continuación, se dirige a la cocina. «Mejor como primero, no escribo bien con el estómago vacío» dice para sí misma a la vez que se prepara tostadas a la francesa. Lleva el plato ya servido a la mesa que se encuentra bajo la luz de la ventana y come con un gusto y tranquilidad que no había sentido en mucho tiempo. Al terminar de comer, corre el plato a un lado, toma su libreta y da inicio a la escritura. Sin embargo, sus escritos no serían de provecho para el nuevo libro, ya que estaba redactando prosa. Esta particularidad levantó curiosidad en ella, pero nada más. Prosiguió… hasta que el mar llamó su atención; éste lucía un tanto revuelto. No… revuelto no, más bien agitado, turbulento. Cual si hubiese habido una tragedia bajo el mar, cual si el mundo perdido de Atlantis hubiese sido ubicado, o si los seres humanos hubiesen tomado el control del mar de las manos de Poseidón, o si la última ondina hubiese sido asesinada… Era incuestionable; algo había perturbado al mar.

Aun así, Aura no se dejó trastornar y dio rienda suelta a su creatividad para que fluyera junto a la tinta. Entonces, un seco golpeteo en la puerta interrumpió el torrente imaginativo y Aura se vio obligada a poner una represa para tratar de impedir que dicho torrente se rebalsara o continuara corriendo. «Un momento…» gritó mientras corría a atender el llamado. Al abrir recibió una grata sorpresa. «¡Mamá, papá! ¿Qué hacen aquí?», soltó una carcajada al reflexionar que pudo haber sido ofensiva, y posteriormente se disculpó si les había hecho sentir que no eran bienvenidos.

Entraron, tomaron té con galletas, rieron y disfrutaron la visita.

«¿Cómo le fue a tu libro, hija?» preguntó Don Palmar sin medir en realidad qué podría causar dicha pregunta. Aura tragó grueso. No había querido analizar la razón del hundimiento de su primera publicación, ni los efectos que podría tener esto en el futuro de su carrera. «Bien…» respondió, «…la verdad la editorial no me ha pasado las cifras, ni se ha dirigido a mi desde el lanzamiento» y, con la ayuda de su madre, logró zafarse del tema. Doña Julieta reconocía cuando su hija se sentía incómoda y tenía una increíble agilidad para sacarla de esas incomodidades, mientras que Don Palmar suponía, simplemente, que eran temas sobre los que debía estar al tanto.

«Palmar… no podemos quedarnos mucho; recordá que sólo veníamos a saludar y ver como estaba Aura»  y le dirigió a su hija una mirada de complicidad. «Si, si…» dijo Don Palmar, sin refutar, «bueno hija…» y le dieron un fuerte abrazo de despedida. El padre de Aura iba ya saliendo cuando, sin darse cuenta él, Doña Julieta se acercó a Aura, le dijo unas palabras de aliento «si el primero hubiese sido exitoso, no hubieras aguantado las presiones para el segundo» y se fueron.

Aura sintió alivio al recibir ese apoyo, particularmente lo que su madre dijo. Sin embargo, creció en ella una inquietud: ¿por qué habían ido a visitarla?, ¿cuál era la verdadera razón? lo que hizo que reviviera su inspiración y fuera de vuelta al pie de la ventana a escribir.

El noche cayó sin que se diera cuenta…

«¿Por qué había escrito «noche» en masculino?» pensó en ese instante, habiendo olvidado ya lo sucedido anteriormente.

Va à l’inconscient…

Envuelta en un ciclón de recuerdos, pasiones, cambios, vivencias, amores, consciencias, dolores, desamores, enojos, decepciones, visiones, inconsciencias, deseos, anhelos, nostalgias, subconsciencias, escritos, poesía, y todas aquellas cosas que en algún momento habían formado o formaban parte de su vida, entraba a un mundo distinto. Daba vueltas y vueltas, perdida en este lugar desconocido y a la vez conocido. Todo le era familiar mas nada parecía estar a su alcance o control.

Repentinamente avistó una figura que avanzaba en dirección a ella. Aura, dejando a un lado su desorientación, se dedicó a tratar de definir a quién pertenecía aquella silueta. Entrecerraba los ojos, parpadeaba para concentrarse bien, los frotaba contra sus puños por si eso la podía ayudar, sin embargo todo fue en vano. Logró reconocer al dueño de la figura una vez la distancia entre él y ella no era impedimento.

Noche siguió hasta que estuvo frente a frente con Aura. Hubo un alto, una pausa, un silencio y quietud. Jamás había sentido Aura una atracción tan fuerte por alguien, ni jamás había sentido tan posible que la atracción fuera correspondida. Aquel joven, de rasgos fuertes y definidos, con su nariz recta, sus labios de contorno suave y gentil como lo era su mirada mas sin aquella fuerza e solemnidad de la segunda, llegaba a los más profundo de ella. Aura buscaba explicarse la razón de esos sentimientos (sí, ya había desarrollado sentimientos) cuando dijo él «No busques razonarlo… déjalo ser». Eso hizo ella y soltó el más intenso suspiro. Otro silencio. ¿Acaso lo único que le quedaba en este mundo era el ensordecedor sonido del silencio? Claro está que, sin considerarlo dos veces, Aura escogería ese silencio acompañado de tan fuerte pasión a la ajetreada vida que llevaba simplemente para llenar las expectativas de sus conocidos, en la vida personal, y de sus lectores, en la poesía; aun así no podía dejar de preguntarse la lógica de este mundo irreal.

Dejóse llevar por la angustia que comenzaba a reinar en ella y llamó a Noche, para luego arrepentirse y verse obligada a explicar la razón de su desasosiego: «Disculpa, quisiera poder ‘dejar ser’, como has dicho… pero mi angustia ha ganado y necesito preguntarte, ya que eres el único con quien parece que puedo interactuar en este lugar: ¿dónde es esto?, ¿qué hacemos aquí? y…. ¿quién eres?»

«Estamos en tu subconsciente; te has venido a refugiar aquí después del sufrimiento que te causó la muerte de tu madre… y yo seré tu guía.» Todo esto lo dijo con una sonrisa tan sincera que no pudo menos que calmar a Aura y darle confianza. «Bien,» dijo para sus adentros, y luego respondió «exploremos entonces!»

Caminaron lo que se diría en el mundo real ‘día y noche’, recorrieron cada rincón de este lugar tan maravilloso y a la vez espeluznante. Aura no paraba de asombrarse ante lo que descubría en su submundo, y Noche disfrutaba de verla embelesada por cada pequeño detalle al punto de que la química y el efecto que tenía en Aura se manifestara a su alrededor (dado que se encontraban dentro de su mente) y los llevara a un momento cúspide de su relación. La tensión era evidente. La cercanía que tenían era fascinante. Cada célula de Aura tembló, se tensó, se relajó y volvió a tensarse; hasta que Noche finalmente dejó en sus labios una huella imborrable…