La nouvelle amie et l’arrivée

Esa fue una noche bien tranquila, a pesar de lo que tenían que enfrentar las jóvenes el día siguiente. Aura pudo dormir particularmente bien gracias a la dulce melodía de aquellos pajaritos que le recordaban a las canciones de cuna que le cantaba su madre.

Entonces amaneció y junto con la luz del sol, vino la sensación de la responsabilidad acercándose más y más, hasta no poder menos que hacerle frente. La sensación pareció afectar más a Elora, como había estado pasando durante el día anterior. Aura usaba cualquier excusa para evitar caer en cuentas que para el final del día estaría despidiéndose de su mamá, esperando su muerte. Si, ¿por qué huir tanto de algo inevitable, algo tan natural? ¿Qué lograba ella con unos minutos de distracción cuando al fin y al cabo debía cumplir con su deber antes que anocheciera? Elora había querido hacerle entender eso, mas la dejó a su juicio. Esta vez, sin embargo, si hablaron.

«Si no hay ningún contratiempo, deberíamos llegar a las 10 a la estación y de allí a la casa en una media hora creo yo…» introdujo Elora el tema. Aura respondió con un gesto ligeramente indiferente; Elora no le dió mayor importancia y salió del cuartito para refrescar un momento la mente.

En el pasillo se encontró con una muchacha de mirada sencilla, sincera y algo perdida y con semblante de alguien frustrado y preocupado. Su instinto por ayudar a los demás y buscar soluciones a los problemas hizo que se acercara a ella, además del hecho de que no podía ni tratar de ayudar a Aura. «¿Qué te pasa? ¿Perdiste algo?» parecía que le hablaba a una niña perdida, aunque no se puede negar que la joven desesperada tenía esa apariencia. Después de una introducción un poco tosca, Elora y Annette descubrieron que podían convertirse en buenas amigas. Annette estaba teniendo dificultades componiendo una canción, y Elora sintió que el destino las había juntado pues llevaba años queriendo volver a tocar guitarra y componer. Fueron a la habitación de Annette y trabajaron juntas hasta lograr un avance significativo en la pieza. «Gracias Elora! Fuiste de muchísima ayuda» le dijo Annette medio despidiéndose porque creía que Ela se iba a reunir con alguien a esa hora, a lo que Elora respondió que no se iba aún con una frase tajante.

Pudieron conversar de su gusto por la música y el esfuerzo que requiere poder hacer algo con ella. Annette daba clases de flauta tiempo atrás para poder vivir mientras trataba de componer, y Elora había participado en varios talleres de música sólo para poder compartir con otras personas del ámbito y para ganar un dinerito extra. Claro, ambas habían por fin superado esa etapa, aunque no hayan superado del todo las dificultades económicas. «Hace unos días un agente me escuchó cantando en un Jazz Bar y me invitó a una reunión con él y el dueño de una disquera… no podía creerlo!» le comentó Annette emocionada. Elora se alegró por su nueva amiga, aunque le dolió recordar que hasta la fecha no se le hubiera presentado niguna oportunidad como esa. Hizo un esfuerzo por dejar esa molestia a un lado y continuar con la conversación cuando recordó que debía ir a buscar a Aura porque su parada se aproximaba.

«¿Dónde te bajas? A mi me toca en la próxima parada…» preguntó en voz baja, y Annette dijo que ella también bajaba allí. Las chicas se alegraron porque así podrían seguir compartiendo juntas. Entonces pensó Elora en presentarle a Aura su nueva amiga, quizás alguien con una sonrisa fresca le podía trasmitir algo de tranquilidad y calor humano que necesitaba. «Sabes, mi compañera, eh… amiga está en la habitación que queda al final del vagón y creo que podría caerte bien, querés conocerla?» dijo Ela y continuó antes de escuchar la respuesta de Annette «Pero debo darte unas como… instrucciones, o advertencia sobre ella, especialmente para ahorita: estamos en este tren porque vamos a ver su madre, que está muy enferma y puede que» tragó grueso, «muera pronto. Aura, mi amiga, más que llorar desconsoladamente y sufrir los males suele meterse en su propio mundo, es posible que ni siquiera se vea triste pero que no te engañe, por dentro es un mar turbio castigando las costas con sus fuertes olas. Tengo años de conocerla, es una persona increíble pero muy compleja… bueno, es escritora, eso debería decir algo…» lo pensó dos veces y añadió «perdón, acabo de reparar en lo que dije, a lo que me refiero no es que los escritores sean todos complejos pero ella casi se introduce en un submundo para escribir y tanto cambio de un lugar a otro (ya sea éste casi imaginario) le dificulta la interacción con la realidad.»

Nuevamente, Annette estaba sorprendida. Nunca había oído una descripción tan completa y complicada de una persona, pero tenía razón Elora en que se habia interesado en conocer a Aura. «Vamos, voy a tener cuidado con lo que digo,» y agregó anticipándose, «pero entendió que debe ser muy observadora a pesar de ser distraída entonces trataré de no ser transparente en mi condescendencia… esta bien?» Elora sintió un gran alivio al oir esto y se dirigieron juntas a la habitación donde se encontraba Aura. «Au, ya volví y con compañía… Ella es Annette, nos conocimos ahorita en el tren y creo que se pueden llevar muy bien» sonrió y le susurró al oído a Annette mientras respondía Aura «si reaccionara mal, no te preocupes porque no es culpa tuya, sino que es la volubilidad de ella y, bueno, la situación». Para mayor sorpresa, Aura le dio la bienvenida a Annette como si nada trascendental estuviera pasando en su vida. «Chica, si le caiste bien a Elora debes ser una bella persona… no es tan llevadera como parece,» comentó riéndose, «en realidad es muy tranquila, pero es bastante exclusiva cuando se trata de amistar» y cambiando el tema se dirigió a Elora y dijo «creo que llegamos a nuestra parada en unos 10 minutos, así que vayamos caminando en dirección a la salida de una vez…» Annette explicó que iría con ellas, y le aclaró a Elora que era por si necesitaba ayuda en caso de que Aura rompiera su calma y perdiera los estribos, además claro, de que ambas le agradaban y bajaba allí mismo.

Tomaron un taxi que las llevó directo a casa de los Palmar. Entre Annette y Elora se las arreglaron para seguir distrayendo a Aura con cualquier nimiedad que se les ocurriera, sin embargo la tensión fue aumentando a medida se acercaba la hora cero.

Don Palmar no se alejaba del lado de su esposa desde hace una semana, no quería perderse un segundo de su compañía ni quería que estuviera sola cuando se fuera. La llegada de las muchachas era su última esperanza, para talvez presenciar un reavivamiento de Julieta. Tuvo que levantarse para atender la puerta, había una única razón por la que se alejaría un instante de su amada: para recibir a su querida hija. «¡Aura! Ven, ven, no perdamos tiempo con saludos ni abrazos largos… tu mamá te necesita» dijo halándola del brazo hasta el fondo de la casa, al cuarto de Julieta. Annette y Elora no recibieron ni siquiera reconocimiento de existencia, mucho menos un apretón de manos; sin embargo, no se molestaron porque comprendían que el señor debía estar al borde de la locura. Entraron en la casa, Aura y su padre se dirigieron al cuarto y Elora llevó a Annette la cocina para mostrarle más hospitalidad a la invitada.

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