Parallèle

-Bzzzzzzzzzzz!!!

Suena la alarma y despierta a Aura. ¿Y Noche? Aprieta los ojos para volver a dormirse, para continuar su sueño. Nada. «Bien, supongo que todo fue un sueño…» suspira, «a seguir».

Se sienta a la cama y apoya su pie izquierdo en el suelo sin reflexionar sobre la importancia que este detalle podría tener. A continuación, se dirige a la cocina. «Mejor como primero, no escribo bien con el estómago vacío» dice para sí misma a la vez que se prepara tostadas a la francesa. Lleva el plato ya servido a la mesa que se encuentra bajo la luz de la ventana y come con un gusto y tranquilidad que no había sentido en mucho tiempo. Al terminar de comer, corre el plato a un lado, toma su libreta y da inicio a la escritura. Sin embargo, sus escritos no serían de provecho para el nuevo libro, ya que estaba redactando prosa. Esta particularidad levantó curiosidad en ella, pero nada más. Prosiguió… hasta que el mar llamó su atención; éste lucía un tanto revuelto. No… revuelto no, más bien agitado, turbulento. Cual si hubiese habido una tragedia bajo el mar, cual si el mundo perdido de Atlantis hubiese sido ubicado, o si los seres humanos hubiesen tomado el control del mar de las manos de Poseidón, o si la última ondina hubiese sido asesinada… Era incuestionable; algo había perturbado al mar.

Aun así, Aura no se dejó trastornar y dio rienda suelta a su creatividad para que fluyera junto a la tinta. Entonces, un seco golpeteo en la puerta interrumpió el torrente imaginativo y Aura se vio obligada a poner una represa para tratar de impedir que dicho torrente se rebalsara o continuara corriendo. «Un momento…» gritó mientras corría a atender el llamado. Al abrir recibió una grata sorpresa. «¡Mamá, papá! ¿Qué hacen aquí?», soltó una carcajada al reflexionar que pudo haber sido ofensiva, y posteriormente se disculpó si les había hecho sentir que no eran bienvenidos.

Entraron, tomaron té con galletas, rieron y disfrutaron la visita.

«¿Cómo le fue a tu libro, hija?» preguntó Don Palmar sin medir en realidad qué podría causar dicha pregunta. Aura tragó grueso. No había querido analizar la razón del hundimiento de su primera publicación, ni los efectos que podría tener esto en el futuro de su carrera. «Bien…» respondió, «…la verdad la editorial no me ha pasado las cifras, ni se ha dirigido a mi desde el lanzamiento» y, con la ayuda de su madre, logró zafarse del tema. Doña Julieta reconocía cuando su hija se sentía incómoda y tenía una increíble agilidad para sacarla de esas incomodidades, mientras que Don Palmar suponía, simplemente, que eran temas sobre los que debía estar al tanto.

«Palmar… no podemos quedarnos mucho; recordá que sólo veníamos a saludar y ver como estaba Aura»  y le dirigió a su hija una mirada de complicidad. «Si, si…» dijo Don Palmar, sin refutar, «bueno hija…» y le dieron un fuerte abrazo de despedida. El padre de Aura iba ya saliendo cuando, sin darse cuenta él, Doña Julieta se acercó a Aura, le dijo unas palabras de aliento «si el primero hubiese sido exitoso, no hubieras aguantado las presiones para el segundo» y se fueron.

Aura sintió alivio al recibir ese apoyo, particularmente lo que su madre dijo. Sin embargo, creció en ella una inquietud: ¿por qué habían ido a visitarla?, ¿cuál era la verdadera razón? lo que hizo que reviviera su inspiración y fuera de vuelta al pie de la ventana a escribir.

El noche cayó sin que se diera cuenta…

«¿Por qué había escrito «noche» en masculino?» pensó en ese instante, habiendo olvidado ya lo sucedido anteriormente.

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